MADRID 9 Oct. (EUROPA PRESS) –
El déficit de vitamina D se ha asociado con la aparición o incidencia de múltiples enfermedades reumáticas, como la artritis reumatoide (AR), el lupus eritematoso sistémico, la espondiloartritis, la polimialgia reumática y la artrosis, e incluso con formas más severas de estas enfermedades, según ha explicado el especialista Enrique Casado, del Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell (Barcelona).
En el caso de la artritis reumatoide, según un estudio, más del 40 por ciento de los pacientes con AR presentan deficiencia de vitamina D y estos niveles bajos de 25-hidroxivitamina D se han asociado con una mayor actividad de la enfermedad, mayor discapacidad y peor respuesta al tratamiento. “Dado que la suplementación con vitamina D parece reducir la actividad y la recurrencia de la enfermedad, algunos autores recomiendan monitorizar los niveles de 25- hidroxivitamina D basalmente y durante el seguimiento de los pacientes con artritis reumatoide, y suplementar en los casos de deficiencia”, ha indicado Casado.
Es importante tener en cuenta que, entre las enfermedades reumáticas, el déficit de vitamina D es más grave en aquellas en las que sus tratamientos exigen el uso de glucocorticoides, como el lupus, la artritis reumatoide o la polimialgia reumática, “ya que esta deficiencia va a contribuir a una menor absorción de calcio y fósforo y, por consiguiente, a un mayor riesgo de osteoporosis y fracturas por fragilidad, que ya de por sí está incrementado por el propio tratamiento corticoideo”, ha advertido el reumatólogo.
La artrosis es otra de las enfermedades reumáticas que cuenta con evidencia clínica sobre su relación con el sistema endocrino de la vitamina D. En concreto, un metaanálisis reciente, que recogió los datos de hasta ocho ensayos clínicos de calidad, concluyó que la suplementación con vitamina D reducía el derrame articular y mejoraba el dolor y la función de los pacientes con artrosis de rodilla.
En paralelo, otro estudio recientemente publicado, con 29 pacientes con artrosis rápidamente destructiva de cadera, encontró que todos ellos presentaban niveles bajos de 25-hidroxivitamina D, y que sus niveles medios (11 ng/mL) eran significativamente menores que los de los 118 pacientes del estudio con coxartrosis primaria (22,2 ng/mL). “Por eso, los autores consideran que también deben medirse de forma rutinaria los niveles de 25-hidroxivitamina D en pacientes con artrosis rápidamente destructiva de cadera”, ha detallado Casado.
En el caso de la fibromialgia, aunque existe cierta controversia entre la asociación del déficit de vitamina D y esta enfermedad, conviene destacar los resultados de un metaanálisis que recogió los datos de los 12 estudios de mayor calidad. “Los autores encontraron que, efectivamente, los niveles de 25-hidroxivitamina D eran significativamente menores en los pacientes con fibromialgia que en los controles sanos. Concretamente, unos niveles bajos de esta vitamina se han asociado con mayor intensidad del dolor y peor calidad de vida de los pacientes, por lo que tiene sentido alcanzar niveles óptimos para una mejor evolución de la enfermedad”, ha señalado el experto.
SUPLEMENTACIÓN CON VITAMINA D
La suplementación con vitamina D en los pacientes con enfermedades inflamatorias crónicas es todavía hoy un tema de amplio debate. El mayor conocimiento de la asociación entre los niveles bajos de 25-hidroxivitamina D y la peor evolución de algunas enfermedades reumáticas, con incluso peor respuesta al tratamiento, hace que cada vez se preste más atención a los niveles de esta vitamina D de los pacientes en las consultas de reumatología y se trate de mantenerlos en un rango óptimo.
Sin embargo, en palabras del especialista, “a pesar del evidente papel que juega la vitamina D en la fisiopatología de las enfermedades reumáticas, especialmente las inflamatorias y autoinmunes, y de la asociación entre los niveles bajos de 25-hidrocivitamina D y la mayor incidencia, peor sintomatología, y peor pronóstico, necesitamos ensayos clínicos, bien diseñados, con poblaciones bien definidas, y con las diferentes moléculas que disponemos, para poder establecer unas claras recomendaciones de cómo debe ser el manejo de nuestros pacientes”.
Aunque tampoco se ha logrado consensuar qué niveles de 25-hidroxivitamina D son los idóneos para conseguir los efectos inmunomoduladores de la vitamina D, “algunos autores consideran que deben ser superiores a 40 ng/mL y, en todo caso, nadie duda de la importancia de mantener niveles de 25-hidroxivitamina D superiores a 25-30 ng/mL para conseguir una buena salud ósea en los pacientes”.