MADRID, 24 Nov. (EDIZIONES) –
Un estudio publicado en la revista ‘Nature Microbiology’ de 2023 puso en evidencia muchos de los mitos más extendidos que existen sobre la microbiota humana, y que carecen de una evidencia científica sólida.
Estos los recoge la médico nutricionista Marta González-Corró en su nuevo libro ‘Por qué tengo siempre la tripa mal’ (Oberon), un manual con el que pretende ayudarnos a cuidar de nuestra microbiota en el día a día y a conocer este ‘ecosistema’ que habita en nuestro organismo un poco mejor.
Así, uno de los principales mitos que rondan a la microbiota humana es su peso real. “La mayor parte de la microbiota reside en el colon. Supone menos de la mitad del peso de nuestras heces. Las heces en promedio pesan menos de 200 gramos, con un contenido colónico que oscila entre 80 y 450 gramos. Por tanto, exceptuando aquellas personas que tengan un estreñimiento pertinaz y unas heces extremadamente compactas, el peso total de la microbiota humana es seguramente menor a 500 gramos”, remarca esta especialista.
LA MICROBIOTA NO SE HEREDA DE LA MADRE
Pero es que, además, esta médico nutricionista reconoce que, si bien es cierto que a través del canal de parto nuestra madre nos transfiere algunas especies de homeostasis, la cantidad de microorganismos que heredamos, y que se quedan con nosotros hasta la vida adulta, es escasa.
“La mayor parte de la colonización tiene lugar tras el parto, y a lo largo de los 2-3 primeros años de vida estabilizándose con un patrón individual hasta los 3-4 años de edad”, puntualiza.
Es más, indica que los factores ambientales como vivir en la ciudad o en el campo, el hecho o no de tener hermanos y convivir con personas, la toma de antibióticos a una edad temprana, la convivencia con animales de compañía, por ejemplo, son más determinantes a la hora de modelar nuestra microbiota que el hecho de que a través del canal del parto se nos transfiera de la madre un determinado perfil microbiano.
LA MICROBIOTA Y LAS ENFERMEDADES
En este contexto, la doctora Marta González-Corró mantiene que la alteración de la microbiota de manera sostenida en nuestra vida va a generar un cuadro que, a la larga, puede producir una inflamación sistémica de bajo grado, que es silente, y base de gran cantidad de enfermedades que son frecuentes hoy en día, como las patologías metabólicas, las cardiovasculares, las degenerativas como el parkinson o el alzheimer, o el cáncer.
“Todas estas enfermedades si miras atrás hay un denominador común y es una disbiosis intestinal. De hecho, en el parkinson hay un desarreglo intestinal, suele acompañarse de estreñimiento, años antes del diagnóstico. Y acompañándolo hay disbiosis intestinal, y ésta se nutre de todo lo que nos rodea. Como no dormir bien, comer mal, etc. Nos hemos montado una manera de vivir que no es acorde con nuestra fisiología y los primeros que lo sufren son las bacterias. Somos más bichos que células humanas”, resalta.
Avisa aquí, eso sí, que es “muy simplista”, el afirmar que “la mayor parte de las enfermedades se asocian a un patrón disbiótico determinado”, porque tal y como hemos contado, “el impacto en la salud de nuestra microbiota depende mucho del contexto”.
De hecho, pone el ejemplo de ‘Clostridum difficile’, una bacteria que puede convivir con nosotros toda la vida y solamente dar problemas al llegar a la edad senil siempre que nuestra inmunidad esté comprometida y estemos abonados a los antibióticos, y a otros medicamentos. “Lo mismo ocurre con la cepa ‘Escherichia coli’ o ‘E.coli’, que puede no ser dañina en el colon, pero si invade la uretra puede ser capaz de desencadenar infecciones urinarias de repetición”, agrega.
Es por ello por lo que insiste la doctora González-Corró en que la microbiota resulta “extremadamente variable de un individuo a otro”, tanto en la salud como en la enfermedad, por lo que es difícil establecer un patrón disbiótico común. “No hay una microbiota universal perfecta, sino que la composición y la diversidad de la misma puede variar entre personas sanas y no existe un estándar único que se aplique a todos los seres humanos”, sostiene esta médico nutricionista.
CUIDAR LA MICROBIOTA EN EL DÍA A DÍA
Con todo ello, aconseja cuidar de nuestro estilo de vida para preservar esa variedad en nuestra microbiota, a partir de una alimentación saludable, rica en fibra y en polifenoles. “Lo que yo coma es lo que comerán ellas. Así estará la microbiota más sana, porque toda es sana cuando está en equilibrio, se alimenta de fibra, de polifenoles, de alimentos que vienen de la tierra, nutren a nuestras bacterias, y desafortunadamente cada vez comemos menos. Está de moda la dieta cetogénica, mucho cuidado con ella porque es una terapia metabólica muy útil en determinadas patologías, pero carente de fibra, algo que no beneficia a nuestra microbiota. Al mismo tiempo que si tomamos polifenoles (frutas de colores como la uva, arandanos, moras, grosellas, frambuesas), estaremos cuidando de ella”, agrega.
Después, durmiendo y descansando, según prosigue la doctora González-Corró, pero además dice que “lo ideal es irse a dormir a un horario en el que se va el sol y dormir entre 7-8 horas diarias”; aparte de moverse, “porque la microbiota de los sedentarios es disbiótica”, a la vez que cuidar de nuestro estado emocional, “crucial” en su opinión a la hora de desregular nuestra microbiota.