MADRID 8 Nov. (EUROPA PRESS) –
Medio millón de personas en España y más de 76 millones en todo el mundo ven “seriamente menoscabada” su calidad de vida al sufrir los efectos severos de los acúfenos, según han destacado los investigadores Pedro Cobo y María Cuesta, del Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información ‘Leonardo Torres Quevedo’, centro propio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ITEFI-CSIC).
En su nuevo libro, ‘Los acúfenos’ último número de la serie ‘¿Qué sabemos de?’ (CSIC-Catarata) informan sobre estos ruidos que suenan dentro de la cabeza sin que haya nada o nadie que los emita. “Los acúfenos son sonidos percibidos que no han sido generados por una fuente externa al sistema auditivo; alteraciones del sistema auditivo muy heterogéneas que, por el momento, no cuentan con una prueba objetiva capaz de diagnosticarlas ni con un fármaco que las cure”, según han descrito.
Los expertos han detallado que el diagnóstico de los acúfenos es difícil porque existen distintos tipos. La evaluación de los mismos es “subjetiva” porque se realiza atendiendo a las decripciones del propio paciente a distintos criterios, como la sonoridad, el timbre y la frecuencia del acúfeno. Asimismo, el impacto del acúfeno en la calidad de vida de una persona se evalúa a través de cuestionarios y escalas que determinan su influencia en el sueño o en la concentración.
Según los autores, “cuando se produce un acúfeno y los impulsos eléctricos correspondientes, se genera una sensación de malestar”. Si pasado un cierto tiempo la señal del acúfeno no desaparece, “la conexión entre el sistema auditivo y la amígdala se puede intensificar o exacerbar, dando lugar a la aparición de los típicos síntomas emocionales del acúfeno, como el estrés, la ansiedad y la depresión”, añaden. El sufrimiento emocional generado por el acúfeno se denomina distrés y es el síntoma más nocivo.
Los científicos del ITEFI-CSIC han señalado que, en la mayor parte de los casos, el proceso que conduce al acúfeno se dispara por una lesión del sistema auditivo periférico. Un ejemplo es la pérdida de células ciliadas en el oído interno como consecuencia del envejecimiento o de una sobreexposición al ruido. Sin embargo, puede haber otros muchos factores que lo provoquen.
UNA MOLESTIA SIN CURA PERO CON TRATAMIENTO
“La razón para que no exista ningún fármaco es que hay miles de neuronas auditivas y millones de conexiones sinápticas, por lo que resulta realmente complicado determinar específicamente el sitio donde se origina el acúfeno”, han explicado los especialistas del CSIC.
Para los síntomas emocionales, han indicado que los ansiolíticos y los antidepresivos pueden ayudar a reducir la ansiedad y la depresión. Con el mismo propósito resultan clave los tratamientos de apoyo psicológico en los que se intenta que el individuo no perciba esa señal acústica como una amenaza para su salud y las terapias sonoras basadas en la estimulación apropiada de la vía auditiva con algún tipo de sonido.
Hay otros tratamientos que se prescriben de forma habitual para el tratamiento del acúfeno, como el Ginkgo biloba, la melatonina, el cinc o el magnesio, sobre los que Cobo y Cuesta han subrayado que “no han demostrado ninguna eficadia más allá del efecto placebo”.
Por su parte, el grupo de acúfenos del ITEFI-CSIC, liderado por los autores, ha puesto en marcha un tratamiento que se encuentra en fase de validación experimental, denominado ambiente acústico enriquecido (EAE).
Este consiste en exponer al paciente a una combinación de estímulos sonoros continuos y secuenciales. “Su principal ventaja es que se trata de un tratamiento personalizado, porque usa estímulos adaptados a la pérdida auditiva del paciente”, han detallado. Según los investigadores, presenta resultados muy prometedores, ya que ha sido efectivo en el 90 por ciento de los pacientes voluntarios del estudio que finalizaron los cuatro meses de tratamiento.